EL CHOFER NECESITA MONEDAS

Seguro lo agarramos un día en el que estaba de mal humor. Lalo y su servidor tomábamos el camión Cardenal todos los días para ir a la Universidad. Era uno procedimiento sencillo:

El camión pasaba cada 35 minutos sobre la Avenida Chapultepec esquina con Ave. La Paz.

  1. Esperabas la llegada del camión.
  2. Lo abordabas.
  3. Pagabas la tarifa de 9 pesos o comprabas una cartilla de 10 pasajes por 80 pesos.
  4. El chofer recibía tu dinero.
  5. Te entregaba un ticket o tu comprobante.
  6. Entrabas y seleccionabas un asiento.

El camión tenía aire acondicionado, asientos cómodos y espaciosos, usualmente ponían la radio y de vez en cuando le atinaban a nuestros extraños gustos musicales.

Ese día como cualquier otro me tope a Lalo mientras esperaba el camión en la parada. Como usualmente pasa cuando Lalo y su servilleta se encuentran, bromeamos un poco sobre la sociedad tapatía y carcajeábamos felizmente sobre uno que otro chascarillo ocurrente. Después de compartir risas durante 10 minutos el camión, arribo.

Fui yo el que subí primero:

Espere que el chofer abriera la puerta de cristal mientras que esperaba ansiosamente alejarme del sol mañanero tapatío. Se abrió el compartimiento, subí los escalones, di una moneda de 10 y me regreso 1 peso de cambio que me sobraba. Note un gesto de disgusto de su parte, no sabría, como describirlo ahora pero digamos que sentí que no era su mejor día.

Atrás de mi Lalo que para ingresar al camión debía seguir los mismos procedimientos. Todo iba excelente Lalo, se había subido a tiempo, había salvado cordialmente al chofer y hasta le había sonreído.

Entonces fue cuando sucedió!

Los chóferes odian los billetes grandes! Lalo lo había hecho, cometió el pecado de sacar su billete de 500! Al ver la escena tan solo fruncí mi cara y cerré mis ojos. No se porque lo hice, pero se que quizá lo hice para evitar ver el escándalo.

El camionero empezó a gritar! Pareció un musulmán enajenado, inconsolable! “Moneda de diez joven! Necesito sus monedas de diez!” Lalo apenas podía con tal enojo. Yo voltee para ver si las personas dentro del camión se daban cuenta de la escena que acontecía. A mi sorpresa los gestos de las personas dentro del camión señalaban desaprobación total por la acción de Lalo. Era como si hubiéramos roto el protocolo sagrado del ritual del pago. Supuse que esta acción ya se había presenciado anteriormente con peores resultados. Yo sabia del riesgo, quizá Lalo lo había olvidado.

Furioso! El camionero acepto el billete con tal desgana y coraje que hizo que su humilde narrador reaccionará de manera instantánea con una moneda de diez mientras le decía:

“tome esta monda mejor” Note una pequeña expresión de alivio que duro tan solo algunos instantes.

Lalo anonadado y confundido me agradeció el gesto de rescate en balbuceos mientras nos disponíamos a sentarnos.

No comentamos nada. Lalo tenía cara de niño regañado. Tuvieron que pasar dos paradas más para que el silencio cesara entre los dos. Casi llegando a la tercera parada Lalo me volteo a ver y me dijo: Jamás creí que reaccionaria así! Ni siquiera pude contestarle cuando a lo lejos se escucho de nuevo, esta vez un grito más histérico:

“Señora, cuantas veces les tengo que decir que necesito cambio de a DIEZ!”

De repente, un arrancon feroz se sintió en el camión, un arrancon característico de un chofer conducido por su ciego coraje. El chofer condujo el camión justo enfrente del edificio ROSA (edificio de más de 16 pisos). Se subió a la banqueta violentamente, le puse freno de mano al camión y se bajo con el motor encendido. De mi ventana pude observar como el chofer se dirigió directamente a la puerta de ingreso del edificio.

Confundidos totalmente, la tripulación, Lalo y yo no supimos que pensar. Nadie se atrevió a pronunciar palabra. Pasaron 5 minutos de un largo silencio, y justo cuando me había armado de valor para romper el hielo, un sonido seco, metálico, sobre el pavimento nos puso de pie de nuestros asientos! Voltee a ver a Lalo, Lalo volteo a verme a mi y los dos nos asomamos curiosamente por la ventana del camión.

Nuestros ojos no daban crédito!

El chofer yacía muerto sobre el gris pavimento…. Lo sorprendente…. Su cabeza, su cráneo metálico con mayor exactitud, se encontraba abierto de par en par escurriendo monedas de diez en diez sobre el piso.

Un Cyborg que funcionaba con monedas de a diez….

Vaya ironía de la vida….

El motivo de su aparente suicidio? A nadie le importo…..

Solo vimos como la gente se amontonaba sobre el piso para tomar las monedas…

Comentarios

Unknown ha dicho que…
Al parecer los robots que pueden procesar billetes salen muy caros y se salen del presupuesto que tiene asignado la H. Empresa Transportista. Escuché que en Alemania cuentan con un modelo que acepta moneda extranjera... no en balde seguimos perteneciendo al multivilipendiado y nunca bien ponderado Tercer Mundo.

Héctor.

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